Melilla ModernistaLa belleza no mira, sólo es mirada», comentó un día Albert Einstein. Con esa misma ingenua y modesta actitud, Melilla nos invita a descubrir una belleza inédita. La perfección del trazado urbano melillense y la monumentalidad de su arquitectura se han convertido en uno de los pilares de ese valor tangible, visible y estudiado, que puede hacer de Melilla Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Melilla oculta en su lejanía con la península grandes tesoros de la historia del arte español. Por sus calles y bajo el hilo conductor de la arquitectura, Melilla se rinde a cada paso de la historia de sus cinco culturas, escondiendo enigmas en cada recodo del camino. Uno de esos adivinados secretos es el Modernismo. Sobre las calles de la ciudad autónoma se levantan centenares de edificios diseñados para cautivar la mirada del viandante, construcciones, diferentes todas ellas, que han convertido a la ciudad en el principal centromodernista de África y el segundo de España después de Barcelona.
La Melilla Modernista que conocemos, construida a principios del siglo XX, es el resultado de la interrelación de estilos y personajes que creyeron en la ciudad y la dotaron de una elegancia serena y vigorosa. La convirtieron en un conjunto construido sobre la base de nítidos perfiles arquitectónicos.
Esta esencia modernista llega a Melilla de la mano del arquitecto Enrique Nieto, un discípulo de Gaudí que a comienzos del siglo pasado escapó de la sombra del genio catalán para dar rienda suelta a su imaginación en las calles de esta ciudad norteafricana. Lo hizo durante años al servicio del Ayuntamiento de la ciudad levantando grandes homenajes a la arquitectura urbana que han dotado a Melilla de una identidad muy personal.
La influencia del Modernismo alcanza incluso a las distintas religiones de la ciudad. Enrique Nieto fue el encargado de diseñar la principal sinagoga de Melilla, la Mezquita Central y varios edificios para la Iglesia Católica; un claro ejemplo de la gran presencia de este estilo arquitectónico en los pilares de la sociedad melillense.
Despuntaba el siglo XX cuando Melilla comenzaba a vivir las consecuencias de los importantes cambios económicos, sociales y políticos que la estaban transformando.
La creciente industrialización, que fomentaba el nacimiento y desarrollo de las ciudades modernas, influyó notablemente en Melilla, que se vio inmersa en una vorágine urbanística. Nacía una nueva concepción de la ciudad, una peculiar manera de entender un urbanismo poblado de racionalidad militar pero influido por las corrientes modernistas llegadas desde Cataluña.